viernes, 24 de junio de 2011

Promoción editorial – Patricia Kieffer, Héctor Ranea & Javier López


La colección Atmósfera estaba teniendo éxito. Era natural, porque el editor Heartman había reunido a casi un centenar de nuevos y no tan nuevos talentos para mostrar al público lo mejor de su producción.
Eran libros bien presentados, con llamativas cubiertas y textos rigurosamente seleccionados. Y, sin embargo, Heartman pensaba que la promoción estaba siendo insuficiente, y que aquellos libros deberían estar más a la vista del público.
Así que decidió probar en una librería cercana para proponer al librero, un viejo conocido, nuevas estrategias de marketing. No sólo bastaba con tener buena literatura. Había que saber venderla.
Escogió el lugar mejor ubicado e iluminado y con más posibilidades de llamar la atención del público.
—Probemos aquí —dijo al librero, señalando el lugar adecuado.
—Es un buen sitio. Pero habitualmente coloco aquí los textos religiosos, biblias y vidas de santos.
—No es problema —Heartman siguió mirando con fijeza la mesa expositora y los anaqueles, sin prestar mayor atención al librero, tal era su concentración.
Por la noche el librero echó la persiana de su negocio con todos los ejemplares publicados hasta el momento por Atmósfera en esa ubicación privilegiada. Pero no tuvo en cuenta apartar los volúmenes religiosos, y las “Confesiones del hermano Ceniciento”, escritas por algún monje del siglo V dc. en el monasterio de San Álvaro del Tobillo, compartían escenario con las Ficciones Atmosféricas.
Cuando la librería abrió sus puertas al día siguiente, iba a ocurrir algo que ni el propio Heartman hubiera previsto. Desde el momento en que se recibieron las primeras visitas y los volúmenes comenzaron a ser el centro de las miradas, los libros parecieron tomar vida propia e hicieron gala de una sensualidad inusitada. Al poco de abrirse el negocio, y dado que la afluencia de público era cada vez mayor y el calor empezó a ir en aumento, ayudado también por los focos que recaían directamente sobre las cubiertas de los libros, éstos comenzaron a desprenderse de sus sobrecubiertas y la sensualidad se transformó en marcado erotismo.
Algunos libros comenzaron a abrir sus páginas a la vista de todos, mostrando su verdad desnuda, dejando a un lado su pudor natural y ofreciendo mensajes que, misteriosamente, no habían sido impresos:
“Estas páginas se abren para que usted, querido lector, se introduzca en ellas y goce con esta vibrante experiencia".
No quedó ni un libro de la colección por vender, en solo una mañana. Heartman se sintió feliz cuando acudió por la noche para comentar con el librero cómo habían ido las ventas. Y, aunque el librero no quiso narrar lo que realmente allí había ocurrido por temor a que lo tomase por loco —él mismo dudaba de que todo lo que había visto fuera totalmente cierto—, tenía una prueba irrefutable de que algo fuera de lo normal había ocurrido en su librería: las “Confesiones del hermano Ceniciento”, que llevaban años sin venderse, se habían agotado ese mismo día y había solicitudes de nuevos ejemplares. Lo más curioso fue que los compradores eran consumidores habituales de literatura erótica.

Sobre los autores: Patricia Kieffer, Héctor Ranea y Javier López

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