viernes, 24 de junio de 2011

Reclamos – Héctor Ranea


—Vengo a hacer un reclamo, señora
—Para eso estoy, diga.
—Ustedes venden espejos fallados, pero fallados en forma fatal, digo.
—¿Cuánto hace que compró nuestros espejos?
—Veinte años
—Fuera de garantía, lo siento.
—No pude hacer otra cosa. A los tres años de comprarlo se me rompió.
—¿Y por qué no hizo el reclamo? Para ese entonces sí tenía garantía, señor.
—Es que me trajo la desgracia.
—Bueno. Eso son siete años, señor. Todo el mundo lo sabe.
—Ahí viene la falla, señora mía. Me trajo diecisiete años de desgracia. Me encarcelaron por cosas que no hice. Me largaron recién. Por eso reclamo. Ese espejo vino fallado.
—Mire. Yo que usted no movería un dedo. Éste suyo vendría a ser el reclamo número diecisiete del día…
—Comprendo. Mejor me retiro. A propósito ¿qué tiene que hacer esta noche?
—Bailo como desnudista en el club “Los diecisiete tragos”. ¿Quiere venir?
—No; gracias. Mejor puteo a lo que me queda de mi puto espejo.
—Buenas noches, señor.
—Buenas…

Sobre el autor: Héctor Ranea

5 comentarios:

  1. Yo juego con la idea de sacarle jugo a las piedras, y usted, Ranea, le saca jugo a los espejos. Una brillante muestra de nonsense.

    ResponderEliminar
  2. Es que sois dos buenos zahoríes, sacando jugo donde hay sequedad, en los espejos, en las piedras. Luego pasa lo que pasa, que en los desiertos hay inundaciones.
    Este cuento no sé si lo escribió el Héctor que conoce o el que se refleja en el espejo y al que él probablemente conocerá, pero no tengo el gusto. En cualquier caso, tremendo cuento.

    ResponderEliminar
  3. Gracias, amigos. No sé si la condición de zahorí se me dio en la naturaleza o la condición que tengo es la de zanahorí... pero en cualquier caso, les agradezco las opiniones. Lo de sacarle jugo a los espejos es deformación profesional. No se olvide, Sergio, que mi vida ha transcurrido entre ellos, con ellos y casi se diría a partir de ellos. ¿Esto será por aspirar a zahorí?

    ResponderEliminar