martes, 14 de junio de 2011

Nada – Patricia Nasello


Luego de obtener la corona decidió celebrarse ordenando la muerte de sus enemigos.
Tal vez derramar esa sangre lo haya enloquecido, insistía en afirmar que, según sabía por su dominio del arte de la hechicería, los espíritus de esos muertos lo perturbaban. Dictaminó entonces que evitaría tal perturbación haciendo arder en una gran hoguera pública los efectos personales de los ajusticiados. Parientes de los mismos, o vecinos en ausencia o falta de éstos, fueron obligados a alimentar las llamas con objetos que iban desde fotografías hasta bancos de escuela, desde fábricas con su maquinaría completa hasta esculturas.
Quizá su ánimo se amargó de tal modo durante los años que luchó por el poder, que cuando por fin lo obtuvo no supo contentarse. Siempre obsesionado en apartar de sí antiguos oponentes desaparecidos tomó una nueva decisión: matar a cualquiera que pudiese mantener vivo el recuerdo de los que aún odiaba.

El mundo era un territorio vacío cuando el decrépito hechicero abrió una puerta en el tiempo y, con las manos entrelazadas a sus espaldas, salió por ella como si nada hubiese sucedido.

Patricia Nasello

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