Amanecí con el espejo en mi contra.
—Pobre desgraciada —dijo mi imagen—. Mírate el aspecto que tienes. ¡Patético! Y te preocupas. De este lado no tenemos los tontos prejuicios que los agobian a ustedes.
—¿No? —pregunté espantada—. ¿Y qué harás?
—Le mostraré tu cara a todo el mundo y se reirán hasta hacerse añicos.
—Mi cara es tu cara. No puedes ser tan estúpida.
—Pero de este lado nadie lo sabe —respondió mi imagen antes de darme la espalda y retirarse.
¡Qué bueno!
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