martes, 14 de diciembre de 2010

Evolución - Daniel Sánchez Bonet


Con Lucía, no hubo más que sexo e instinto, como dos animales en celo sueltos en medio de la selva. Con Azucena, empecé a descubrir el amor y años más tarde, con Ángela, aprendí por fin a controlar mi naturaleza primaria. Con las dos siguientes, Teresa y Yolanda, averigüé los beneficios de la vida en sociedad, propia de los humanos y erguí definitivamente mi espalda para exhibir mi altivo orgullo de serlo. Pero, la rutina y el trabajo acabaron conmigo: fueron tan nocivos para mi organismo que desarrollé unas tóxicas mutaciones en pies y brazos. Entonces, alertado por mi instinto de supervivencia y aquejado por un molesto picor que recorría todo mi cuerpo, me arrojé al agua para calmar mi dolor. No había más, o sobrevivir o morir.
Ahora, ya en mi hábitat natural y sumergido entre las profundidades, sólo tengo ya una única preocupación: buscar a Lucía lo antes posible para recuperar el tiempo perdido.


Tomado del blog http://microrrelatoapeso.wordpress.com/2010/12/03/evolucion/

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