El 7 de abril de 2067 un físico que daba clases en el normal Mariano Acosta construye una máquina del Tiempo, muy parecida a la de H. G. Wells.
Antes de viajar se droga con ácido, esperando percibir de otra manera la inédita expedición. El problema, claro esta, se presenta cuando comprueba que el futuro es un delirio, un caos lisérgico. Y no logra entender si lo que ve es una línea temporal alternativa, el fruto de la droga o Dios volviéndose loco finalmente, Dios pateando el tablero, olvidando sus propias reglas.
Regresa al presente. Ahora se lo ve en Plaza Once, gritando, mientras los evangelistas lo insultan.
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