Tenía perfectos pechos redondos. Piernas suaves y largas, perfectas. Su boca era la entrada al cosmos rojo de sus labios perfectos. Sus ojos abiertos al asombro, eran perfectos y su cintura era perfectamente pequeña. Sus contorsiones y movimientos perfectos nacían en mis deseos y vibrábamos hasta el amanecer. No necesitamos amoldarnos a ningún preconcepto porque estaba diseñada para mí, así de perfecta era. Una noche de amor irrefrenable y entregado a ciertos excesos, decidí experimentar con helio y escapó por la ventana. Por la mañana, un vecino me aviso que estaba enroscada en los cables de alta tensión. Lucía perfecta, delgada pero perfecta.
Ilustración: "El sueño", de Henri Rousseau
¡Muy bueno!
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