El lobo, disfrazado de abuela, llamó a Caperucita desde la cama. La niña avanzó con una sonrisa; en la canasta llevaba frutas y golosinas, pero en el fondo, oculto, guardaba un cuchillo.
La descarada bestia no lo sabía, como tampoco que la abuela ya hacía un mes que se había muerto.
Me encantan esas caperucitas desprovistas de inocencia! Me gustó Pilar!
ResponderEliminarSaludos!
Qué tonto el lobo¡ Mira que vivir más cerca de la abuela que la propia Caperucita y no haber visto los funerales.
ResponderEliminarMuy poco profesional
Gracias Claudia por la lectura. Un saludo para vos.
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