Salió a la calle, sin rumbo fijo. La noche era calurosa y el sudor hacía que la ropa se le pegara. Estaba harto del mundo, y harto de sí mismo. Se sentía vacío, reseco. Paró junto a una máquina de sodas y depositó una moneda. Nada. La máquina estaba vacía y se tragó su moneda. Soltó una maldición y siguió su camino. Más allá, las luces de neon de un bar lo llamaron. Entró y pidió una cerveza.
–Invítame un trago y te cuento la historia de tu vida –le susurró una voz femenina al oído.
Volteó y vio a una chica delgada de labios negros y cabellos rojos, vestida de forma extravagante.
–¿Cómo has dicho?
–Invítame un trago y te cuento la historia de tu vida –repitió.
La frase era tan surrealista que no se le ocurrió otra cosa que señalarle una silla, pedir otra cerveza y empezar a escuchar.
Ella habló. Habló largamente de las cosas más tristes y oscuras de la vida. Habló con una voz ronca, susurrante. Él sólo interrumpía para pedir más cervezas, y la noche corrió como un río de alcohol y palabras donde él se dejó llevar, flotando hacia la inconsciencia.
No llegó a escuchar cuando ella habló del hombre sudoroso que salió a la calle y perdió una moneda en la máquina de sodas, mucho menos de la chica del pelo rojo, y jamás se enteró de cuándo ella habló del colapso alcohólico que sufrió el hombre en el bar.
Tomado del blog: http://saborajenjo.blogspot.com/
–Invítame un trago y te cuento la historia de tu vida –le susurró una voz femenina al oído.
Volteó y vio a una chica delgada de labios negros y cabellos rojos, vestida de forma extravagante.
–¿Cómo has dicho?
–Invítame un trago y te cuento la historia de tu vida –repitió.
La frase era tan surrealista que no se le ocurrió otra cosa que señalarle una silla, pedir otra cerveza y empezar a escuchar.
Ella habló. Habló largamente de las cosas más tristes y oscuras de la vida. Habló con una voz ronca, susurrante. Él sólo interrumpía para pedir más cervezas, y la noche corrió como un río de alcohol y palabras donde él se dejó llevar, flotando hacia la inconsciencia.
No llegó a escuchar cuando ella habló del hombre sudoroso que salió a la calle y perdió una moneda en la máquina de sodas, mucho menos de la chica del pelo rojo, y jamás se enteró de cuándo ella habló del colapso alcohólico que sufrió el hombre en el bar.
Tomado del blog: http://saborajenjo.blogspot.com/
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