—¡Dios mío! Dijo el ateo sorprendido por algo que no viene al caso y sin intención de hacerlo confesional. Así durante el día recibió varias sorpresas e insistió en invocar al omnipotente en el que no creía. Incluso, aunque no salió de las cuatro paredes, ante algunos inconvenientes mando al infierno a varios. Al fin de la jornada se tiró agotado sobre el sillón y contento de haber terminado su trabajo dijo por costumbre ¡Gracias a Dios ya empiezan las vacaciones!A fin de mes entre los impuestos le llegó una cuenta de administraciones celestiales: “estimado señor S, respetamos su derecho a no profesar fe alguna pero crease o no todos pagamos derechos de autor…” y a seguir la abultada cuenta, diez hojas prolijamente detalladas, registrando cada vez que había usado alguna de esas palabras.
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