sábado, 12 de marzo de 2011
Tras bambalinas – Héctor Ranea
—¡Hagamos la luz! —grité, pero no pasó nada.
—¡Hagan la luz! —. Vuelta a no tener respuesta.
—¡Vagos de morondanga, hagan algo, la luz o algo! —. Silencio por toda respuesta.
—¿Voy a tener que hacer la luz yo, ...acaso? —pregunto sin tener respuesta. Además, aunque no les veo la cara en la oscuridad, adivino sus risas. ¡Vagos!
—¿Quién carajo va a hacer la luz, me pueden decir? —. Otra vez, puro silencio.
—Bueno ¡basta! ¡Me cansé! ¡Que se haga la luz! —y la luz, única voluntariosa, se hizo a sí misma. Al principio no fue sencillo, primero tuvo que construir una perturbación acá, otra más allá, modelar una inflación, imaginar algunas cosas y desprenderse de algo de vacío para que hubiera todo. Fue arduo para ella sola, pero los otros vagos no hicieron ni mierda. Eso sí, a la hora de repartirse dividendos son los primeros. ¡Ángeles!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Eso hacemos los escritores: espiar tras las bambalinas de todas las escenificaciones que forman el entramado de la realidad. Buen ojo, Ogui: había que desenmascarar de una buena vez a todos esos vagos.
ResponderEliminarGracias! Es una escena perdida de El Verdadero Génesis, de Luciano de Satrapia, a la que sólo añadí algunos epítetos perdidos. El tal Luciano comía ciertos hongos que le daban conocimientos inaccesibles para otros. Es creíble... La referencia bibliográfica te la debo... :>))
ResponderEliminarExcelente...ya sabía yo: los primeros vagos tenían alas...
ResponderEliminarGenial
ResponderEliminar