Bajo raudamente al subte de Acoyte y me doy con la sorpresa de que está Marilyn esperando el tren que la llevará a la estación Lima. Me digo: “Ésta vez no puedo dejarla ir”. Compro mi boleto, paso el control y la tomo por sorpresa de espalda, pero caigo en el riel. El tren viene y miro hacia ella desesperado. Ella me mira sonriente, me guiña el ojo y se desvanece.
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