martes, 22 de marzo de 2011
La Muerte y yo – Esteban Moscarda
Era tan hermosa que ya el preludio de su aroma presagiaba tormentas de hormonas y de suspiros. Era tan perfecta que hacía que el tiempo se estancase en un charco de placer. La primera vez que la vi fue en un bar del centro. Yo estaba almorzando solo, con calor, molesto por el peso del traje y la urgencia de la hora. Ella entró y todo devino en sensaciones agradables: el mundo refrescó, el traje perdió gramos y el tiempo copió la velocidad de un caracol. Le hablé. Me habló (su discurso agarró cada una de mis neuronas y las reinventó). Fuimos a mi casa (sí, falté al trabajo y ni siquiera llamé para avisar), hicimos el amor (literalmente, nuestro acto sexual le dio entidad al concepto que los mortales llaman amor) y el nirvana estacionó su auto en el centro de mi alma.
Pero luego del sueño, del suave sueño que siguió a toda aquella locura, algo no anduvo bien. Tuve miedo. La miré. Su cara perfecta, su cuerpo indescriptible y sus ojos de abismos fragantes me sorprendieron: solo la Muerte podía ser tan bella.
—¿Eres “ella"? —pregunté, entre atontado y miedoso.
—Sí, ¿vamos? —me respondió con el tono de una flauta celestial.
Y allí, en ese momento, en la banalidad de mi cuarto, toda sensación de duda o de temor se esfumó ante su sonrisa dorada y los pétalos de su piel. Me tomó de la mano y me llevó hacia su mundo, que es un cuarto como el mío pero que está un poquito más allá, tras los muros de la vida. Es como acá (digo, como allá); en vez de tinta uso cenizas para escribir y en vez de estar solo tengo la eternidad con mi Muerte personal, el ser más bello de toda la existencia…
Esteban Moscarda
Ilustración: Dos (detalle) Marco Maiulini. http://www.flickr.com/photos/marcomaiulini Todos los derechos reservados.
Reproducido por gentileza del autor.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Si estaba tan buena, valió la pena. Digo, me parece.Ah, si, lo del amor también,siempre es un buen complemento para el sexo.Bueno, a veces.
ResponderEliminarMuy bueno, Esteban.
Me pregunto si sólo hubiese sido sexo, si te hubiera llevado igual. Muy bueno!
ResponderEliminar"Tras los muros de la vida". Me gusta mucho esa frase.
ResponderEliminarUn saludo.
Ya que hemos de morir, que sea de esta manera.
ResponderEliminarExcelente, Esteban.
Usted, Moscarda, cada día escribe mejor. ¿No le estará pasando lo mismo que a Gardel?
ResponderEliminarGracias a todos por sus comentarios. La verdad me ponen en extremo feliz.
ResponderEliminarSalemo: literalmente, morí de amor...
Hernan: quien sabe...tal vez el protagonista es muy bueno en la cama...
Javi: gracias. Tengo más de esas...
Javi: obvio. Siempre pensé igual, ¿Por qué la muerte tiene que ser horrible?
Sergio: gracias, un honor que digas eso. En cuanto a Gardel, usté dice que me moriré en un accidente aéreo o espacial como él?
¡Suspendé ya el viaje a Medellín!
ResponderEliminarFenomenalmente escrito, felicidades. Un saludo
ResponderEliminarLa forma es lo de menos, Moscarda. Lo que digo es que la gloria de los muertos se agiganta. Capaz que prefiera un poco menos de gloria y un cacho más de vida, ¿no? Da para largo y no es el lugar, pero lo de Gardel es muy especial, y ni siquiera hace falta escucharlo a Plácido Domingo cantando Volver o Mi noche triste para apreciar las calidades del Mudo...
ResponderEliminarTodo depende: una vida mal vivida bien puede ser trocada por una muerte gloriosa...
ResponderEliminarAhora, eso sí: prefiero la mejor de las vidas posibles a una eternidad de una gloria que yo no podré sentir...
ahhh, y a Medellín tengo que ir sí o sí: ahí me esperan unos señores de Tanis XX, un planeta que está muy interesado en mis cantos...