Envuelta en su crisálida se sentía protegida, no había tormenta que la mojase ni sol de mediodía que estropeara su piel. Se acostumbró a ver el mundo tras el brillo lechoso de su cárcel de seda; un buen día el reloj biológico marcó la hora de salir, el mundo de colores y sensaciones que ante ella aparecía le daba tanto miedo que no pudo abrir sus alas. Llegó la noche, el terciopelo de su oscuridad la atraía. Y se dio cuenta de que era una polilla en el cuerpo de una mariposa. La reina de la noche espera ilusionada que un entomólogo encuentre la solución a su problema.
Paloma Hidalgo
Paloma Hidalgo
... debería disfrutar de ese regalo de alas que le ha otorgado caprichosamente el destino
ResponderEliminarun saludo!
Nunca llueve a gusto de todos ...
ResponderEliminarSaludos!
Sí María, quizás lo termine haciendo...Gracias
ResponderEliminarRosalía me alegro de encontrarte también por aquí.
ResponderEliminarUn abrazo.