jueves, 24 de marzo de 2011

Fantasía oscura IV - Cristian Mitelman


En el vagón de un subte el hombre encuentra una carpeta de tres solapas. Calcula que algún estudiante la habrá olvidado.
Es curioso. Al abrirla contempla dos páginas transitadas con nerviosa caligrafía. Le cuesta leer con fluidez, pero se acostumbra y, para su sorpresa, da con el inicio de ese relato que ha intentando escribir durante años. Todo vive allí de un modo tan perfecto como malicioso: los detalles de los primeros párrafos serán de absoluta importancia en el desenlace. No importa quién escribió eso: lo ha olvidado y le pertenece.
En casa se dispone a cerrar el cuento. Lo intenta dos veces y fracasa. ¿Qué importa? Dispone de una vida para seguir buscando la salida exacta que corresponda a ese comienzo único.
Dos años después el hombre está agotado. Piensa en las miles de hojas que ha escrito; piensa en las crisis de nervios que debió padecer, en el consumo de ansiolíticos y en la degradación inexorable en la que sumió a su familia.
Deja la carpeta en un vagón de la misma línea de subtes y huye. Ni siquiera derrotado se siente libre: volverá intentarlo esa noche y mil noches más, en la miseria de aquella pensión a la que ha ido a parar como muchos de los que perdieron su lugar en la trama del mundo.

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