sábado, 12 de marzo de 2011

Simbiosis - Gilda Manso


Muchos pensaban que el hecho de que el boxeador quisiera ser dragón era un problema. Lo pensaban y con razón, ya que el boxeador quería ser dragón en todo momento: cuando se levantaba de dormir, cuando se pesaba frente a los fotógrafos, cuando iba a buscar a sus hijos a la escuela, y también ahí, sobre el ring, mientras el rival le destrozaba la cara sin encontrar resistencia, ya que el boxeador no quería ser boxeador sino dragón.
Mientras el rival le destrozaba la cara, el boxeador volaba. Era el protagonista de alguna mitología remota, y quemaba ciudades enteras con el fuego que lo habitaba.

Un edificio imponente se alzaba ante él. El dragón tomó aire y despidió una llamarada incuestionable. El rival estaba en el suelo, noqueado. Mientras la multitud gritaba su asombro, el boxeador se sintió orgulloso del incendio.

1 comentario:

  1. Magnífico, Gilda. Gracias.
    Jorge Ariel Madrazo
    (un lector que quiere ser dragón)

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