sábado, 26 de febrero de 2011

Vamos por partes – Guillermo Vidal


Era demasiado tímido y necesitaba tiempo para decir las cosas. Estaba perdidamente enamorado de la hija de su mentor; su venerado maestro estaba al tanto y le hizo el favor de terminar la frase por él, tal vez ayudo que empezó a tartamudear sin control.
—¿Queres la mano de mi hija?
El consiguió asentir con un mecánico movimiento de la cabeza. El maestro lo apreciaba, era el más avanzado de sus discípulos y nunca perdía oportunidad de mostrarle lealtad; sabía de antemano que el pedido de mano le acarraría una prueba rigurosa. Y así fue, el maestro le concedió la mano de su hija, y luego, cada vez que limpiaba a alguien sin dejar rastros, fue entregándole las otras partes hasta que completó el cuerpo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario