miércoles, 1 de junio de 2011
La materia de la que está hecha la vida – Héctor Ranea
Manuel se dedicaba a juntar maderas raras. Coleccionaba todo lo que podía de esas preciosidades desde que conoció al viejo que decía estar hecho de otra madera. Para comprobarlo, lo mató de un golpe con la maza de abrir barriles y comprobó que tenía razón el geronte. Estaba hecho de madera de ataúd.
Sobre el autor: Héctor Ranea
Barcas – Mario Berardi
Otra vez el balanceo, como cada noche. En lo más oscuro y callado del sueño, ahí está la misma sensación: el mecerse al ritmo de las olas, un suave cacheteo sobre la barca, el viento marino abriendo el aire en los pulmones.
Antes de los primeros cantos de sirena, una vez más, pudo tantear los laderos de la cama, las sábanas arrugadas, la manta, el colchón, su ropa revuelta en el piso. Aliviado, se dio la vuelta y siguió durmiendo.
Sabía muy bien que lo peor, en estos casos, es abrir los ojos: uno puede despertarse amarrado a la baranda o al timón, mareado por la furia del temporal, o bien rodeado de infinitas barcas de pesadilla. Y también, según dicen, la barca podría desvanecerse ante la menor presencia de un mar, o transformarse en un caldero en el que se puede arder para siempre.
Sobre el autor: Mario Berardi
Como un cuento – Sergio Gaut vel Hartman
—¿Cómo me va a operar un niño de cinco años? —dijo el accidentado, hecho una piltrafa. Se había incorporado con dificultad para encarar a la jefa de servicio.
—No tiene cinco años sino siete. Y es un genio.
—¿Está segura?
—¡Por supuesto! Mire la lámpara. Vive en ella y solo sale para hacer cirugías complicadas como la suya.
El hombre contempló la lámpara, un cachivache de aspecto oriental, demasiado parecida a las de los cuentos.
—Siendo así…
Augusta verdad - Claudia Sánchez
Dicen que Augusto robó la historia de un antepasado templario, de los que vigilaban el Santo Grial a cuatro ojos. Cuentan que una vez, para descansar de tanta vela, contrataron a un dragonzuelo desocupado para que lo vigilase. Pero de tanto temple que tenían, vigilaban también que el dragón no se marchara. Por eso acabaron despidiéndole, hartos de despertarse para confirmar si aún estaba allí.
Sobre la autora: Claudia Sánchez
Circular - Gabriela Baade
—Es así nomás.
—¿Así cómo?.
—Así, como usted lo está viendo.
—Yo no veo nada.
—¿Es ciego?
—Si.
—Disculpe.
—¿Qué le tengo que disculpar?
—Lo que le dije.
—No lo oí.
—¿Es sordo?
—Si.
—Perdone.
—¿Que le perdone qué?
—¿No era sordo, usted?
—A veces. Otras, no.
—¿Por qué?
—Porque es así nomás.
Sobre la autora: Gabriela Baade
Bisensible - Giselle Aronson
Alegría y tristeza: no conocía otro sentimiento.
Nunca se enteró de que existían la desesperación, la ansiedad, la angustia, el asombro. No llegó a atisbar desolación, esperanza, impotencia. No sabía de miedos, ni de incertidumbres, ni recelos.
Tampoco pudo sentirse maravillado, aturdido, asustado, desconcertado, confundido.
Desconocía el dulzor de la nostalgia, el sopor de la resignación, el nudo de la rabia, el estruendo del deseo.
Muchos pueden afirmar que con la alegría y la tristeza le bastaba para ser feliz. Yo no lo creo.
Jamás se enamoró. ¿Quién puede ser tan inocente de creer que con esos dos únicos sentimientos, alguien puede llegar a conjeturar sobre el amor?.
Sobre la autora: Giselle Aronson
Nunca se enteró de que existían la desesperación, la ansiedad, la angustia, el asombro. No llegó a atisbar desolación, esperanza, impotencia. No sabía de miedos, ni de incertidumbres, ni recelos.
Tampoco pudo sentirse maravillado, aturdido, asustado, desconcertado, confundido.
Desconocía el dulzor de la nostalgia, el sopor de la resignación, el nudo de la rabia, el estruendo del deseo.
Muchos pueden afirmar que con la alegría y la tristeza le bastaba para ser feliz. Yo no lo creo.
Jamás se enamoró. ¿Quién puede ser tan inocente de creer que con esos dos únicos sentimientos, alguien puede llegar a conjeturar sobre el amor?.
Sobre la autora: Giselle Aronson
Sin retorno – Sergio Gaut vel Hartman
—Hoy quiero explorar mi pasado —dijo el paciente.
—Adelante —alentó el terapeuta.
—¿Usted está de acuerdo con mi sugerencia?
—¡Por supuesto! No sé por qué no habría de estarlo.
—No diga que no le avisé. —El paciente desplegó su máquina del tiempo, se introdujo en ella y puso rumbo a 1954. No pagó esa sesión ni las otras que adeudaba.
Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman
Ilustración: "Suave viaje al pasado", de José Otero Sas
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