
Cierta bruja convierte a la hermosa joven en una estatua. Aun cuando el miedo agudiza el tormento, su espíritu ocupa las próximas horas en abrirse paso a través de aquella singular cárcel de mármol que lo apresa, y aprende. Ahora mira por los ojos de la estatua, escucha por esos oídos e incluso, podría decir algunas palabras con sus labios rígidos. Sabe que sólo la noche, maestra y reina de hechizos, tiene el poder necesario para ayudarla.
Apenas oscurece, habla según lo había planeado:
—Si me devuelves mi cuerpo te regalo una muñeca vestida de tul, tres caramelos y un globo amarillo —dice con dulzura y contiene el aliento.
La noche todavía es una niña inocente.
Tomado del blog Esta que ves
Con la alegría renovada de encontrarme en esta página, así me encuentro.
ResponderEliminarGracias
Merecido, Patricia. Un micro que enternece.
ResponderEliminarUn beso.
Los oscuros y sedosos velos de Patricia. Un gusto siempre leerte.
ResponderEliminarPrecioso, precioso Patricia. ¡Olé!
ResponderEliminar(y besos ;-)
Moni, Leo, Rocío, gracias por vuestros conceptos elogiosos. También agradezco, y retribuyo, el cariño.
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