miércoles, 13 de abril de 2011

Amar, lo que se dice amar, amé solo una vez – Miguel Dorelo


Siempre fui muy sexi.
Quizás no esté bien que lo diga, pero pecar de falsa modestia no es lo mío.
Debido a esta condición, supongo divina, tuve muchos amores e incontables romances.
Pero amar, lo que se dice realmente amar, solo amé una vez.
Si tuviera que hacer una lista de mis conquistas sería demasiado larga para este espacio y no es mi pretensión hacer gala de ello.
Si tuviera que catalogarme sería algo así como un Don Juan, para aquellos que ya peinan canas. O un metro-sexual, como me llamarían ahora.
Humildemente,yo creo que la descripción que mejor me cabe es la de un macho bien macho; eso fui siempre. Como a ellas les gusta.
Pero, como ya dije, poco significaron en mi vida la pasión de Julia, la desbordada ternura de Ángela, el desenfreno sexual de Eugenia o la casi insoportable adoración que Paula sentía por mí. Y solo estoy nombrando a unas pocas, como para ejemplificar.
El amor no es algo que uno planifique, ninguna de ellas puede vanagloriarse de haber sido algo más que un buen momento en mi extensa travesía sentimental.
Claro que como suele pasar, sin que uno se lo proponga un día llegó esa sola personita que pudo llegar hasta donde las otras ni siquiera vislumbraron el acceso.
Y, también, como inevitablemente suele suceder, otro fatídico día todo se terminó.
Quizás este descarnado relato sirva como vehículo para un no muy lejano reencuentro; a lo mejor aún me recuerde y cuando vea mi nombre en el título sienta algo de aquello y se decida a leer estas palabras que solo tendrán real sentido si son recorridas por sus ojos.
Les pido permiso queridos lectores para dirigirme en estos últimos párrafos a esa persona que motivó todo este patético y cursi relato.
Mi corazón, mi alma, todo mi cuerpo aún recuerda tus besos, tus caricias, tu mirada.
Hoy, ya retirado de esas lides, hastiado de amores vanos, cansado de buscar falsos sustitutos de tu amor, cada vez más añoro tu presencia. Esa que es ahora ausencia, dolorosa y ya insoportable.
¿En que lugar estarás… y con quién?
Y es en noches como esta, solo en la oscuridad de mi cuarto escuchando esa canción que solía acompañarnos cuando el amor hacía que nos fundiéramos en un solo cuerpo, ya rotos todos los diques del llanto susurro tu nombre apenas las primeras lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas.
—Roberto…

Y sé que ya no podré conciliar el sueño.

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