sábado, 23 de abril de 2011

Cuadrojo – Patricia Nasello


Vierte agua en el cantero de los rosales. Mañana cortará los pimpollos para llevárselos a ella. Serán las bodas de oro y es el único modo de comunicación que la vida, o la muerte quién podría decidirlo, ha dejado. Son las siete treinta de la tarde, falta una hora, Aníbal no lo sabe.
Tanda publicitaria, violencia y horror sin solución de continuidad. El dolor lo vuelve intolerante, apaga el televisor. Sus ojos se quedan fijos sobre la pantalla negra hasta que, por solidaridad tal vez, bajan hacia la palma izquierda. Es raro, no es su vieja artrosis, no son los huesos que duelen. Es la piel, las venas ennegrecidas que se hinchan y trazan un dibujo. Desde los bordes aparecen líneas, un laberinto cuyo centro es un hombre que duerme en posición fetal.
-Un cuadro. Alguien. Un cuadrojo.
No ha tomado alcohol, no sueña, no delira. Ha inventado una palabra, eso sí. Ha designado al hombre dormido como un cuadrojo, quizá porque su senectud haya fundido en una palabra la idea, poco elegante y engorrosa “veo un cuadro inexplicable en mi palma izquierda con mis propios ojos”.
El cuadrojo dormido le inspira temor, no porque lo intuya malo, sino poderoso. Quizá, si le regalara una rosa, si ahuecara la mano y depositase allí la flor en prenda de amistad, lo tendría de su lado. No, las rosas son de ella.
Ocho treinta, el cuadrojo cambia de posición. Aníbal contiene el aliento.

Tomado del blog Esta que ves

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