domingo, 18 de septiembre de 2011

Tres o cuatro pasos de ocho – Héctor Ranea


El taita da un paso para atrás con la gamba sinistra, así la naifa se le viene casi encima y el le apoya el pecho contra los de la mina que se aprieta para no caerse, después, claro, la empuja suavemente, caminando por los pasos que ella perdió al caer. Caminan los dos, ella de espaldas, el de frente pero se planta a los dos, ella se columpia para un lado, para el otro. Dibuja un ocho con las caderas, las rodillas que se mecen rozando las del taita y con los pies el ocho se hace cinta de luces y de sombras que gozan en el quieto paso del hombre que la lleva. La mano en la espalda es para que llore en su hombro y deje llevar su mano al corazón desde la espalda, donde deberían haber quedado las alas. La música, eventualmente, termina.
Todo vuelve a la quietud, el tipo al vaso de vino, la mujer a su cigarrillo. El bandoneón a una sonrisa cerrada que se abrirá en el próximo tango.

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