Urgió una decisión a la hora de mostrar al mundo las novedades y ahí llegó en auxilio un personaje de extracción hollywoodense, editor de películas, que aconsejó con tino una solución magistral, rehacer las escenas sin las molestas sombras ni los defectos que imponían los instrumentales de la época. Un hangar en la tierra, convertido en estudio de cine, transmitió las imágenes espectaculares y las frases heroicas de la llegada a la luna. Allá lejos estaban los astronautas juntando piedras y mirando la transmisión versionada de la primera pisada del hombre al satélite terrestre, no hay duda que se emocionaron, los actores sabíamos esquivar las sombras y mirar a la cámara. Teníamos un contrato de confidencialidad con el gobierno y revelar cualquier información era un atentado contra la seguridad nacional, era plena guerra fría.
El resultado valía la pena, y el pago, el lugar donde se filmó todo era llamado área cincuenta y uno. Ahora no me importa, ya estoy muriendo y puedo decir que yo fui el que puse el pie en la luna por primera vez en la historia, al menos el que vieron millones de hombres, yo interprete a Neil Alden Armstrong.
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