jueves, 22 de septiembre de 2011
Cruz - Giselle Aronson
Por aquello de la intertextualidad. Perdón, Maestro
Que la historia es una ficción más, ya está dicho.
Que historia y ficción conspiran para proteger a los protagonistas, si no se sabe, se imagina.
La noche del 12 de julio de 1870, Tadeo Isidoro Cruz no desafiaba ningún destino, ni desplegaba muestra alguna de libertad.
Jamás se opuso al ejército que perseguía a Martín Fierro, ni se solidarizó en gesto fraterno en la defensa del gaucho desertor. Simplemente, Cruz nunca conoció a Fierro.
¿En qué entreveros del tiempo se encontraba, entonces?
Desde hacía unos meses, Cruz frecuentaba la mansión de Prilidiano Pueyrredón. El pintor le había pedido cortésmente, que posara para un retrato. En esa época, su obra se centraba en la temática gauchesca.
Falsas son las afirmaciones que mostraban a Cruz como desconocedor de la ciudad. Cada semana, la cita se concertaba, impostergable, en la casona de San Isidro. A medida que se superponían las pinceladas, se formaba un vínculo algo extraño entre los dos hombres.
El 12 de julio de 1870, moría, en efecto, el gaucho. Pero no como figura escrito.
¿Quién creería la verdad? Que un hombre con la sensibilidad de un pintor fuera capaz de un crimen y que ese pintor fuese el hijo del mismísimo General Juan Martín de Pueyrredón.
Tampoco nadie desearía el desconcierto de ver arrasada toda la rudeza de un sujeto como Cruz, fiero, con el coraje de quien conocía los rigores de infinitas noches al sereno y al margen de toda civilización, reducido bajo las manos de otro que sólo sabía empuñar pinceles.
Sin embargo, las crónicas quisieron ocultar el escarnio de cada uno.
La fatídica noche de julio, moría en la lujosa estancia de San Isidro, el gaucho Tadeo Isidoro Cruz, asesinado por el arquitecto y pintor Prilidiano Pueyrredón, en oscuras circunstancias.
Años después, un criado de la casa confesaría a un servidor el verdadero móvil: el pintor no podía soportar que Cruz, en la niebla de la ginebra, lo llamara, sin escrúpulos y frente a toda la servidumbre, “El Prili”.
Giselle Aronson
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario