El Tanque Alonso, el mejor peso pesado de su generación, con tres victorias, dos empates y ninguna derrota, llegó a su casa y vio a su mamá con —otra vez— un ojo morado y la boca cortada; un hilo de sangre corría por su mentón y llegaba al cuello. A su lado, el marido de la madre del Tanque Alonso tomaba mate.
—Acordate, pibe: tenés la piña prohibida. No me podés lastimar —dijo el tipo, con sorna.
El Tanque Alonso sacó el revólver que guardaba en su bolso y lo descargó sobre el pecho del marido de su mamá, mientras pensaba que si tenía que ir preso, que fuera, al menos, por algo definitivo.
Muy pero muy buen texto...os felicito...
ResponderEliminar