viernes, 15 de julio de 2011

Tributo - Gilda Manso



“(…) existe un sentimiento de más profunda fraternidad en quienes llevan nombres iguales, es como imaginamos que se sentirá José cuando se acuerde del otro José. El problema de Dios es ése, nadie tiene el nombre que él tiene” (José Saramago, El Evangelio según Jesucristo).

Le preguntaron cómo la llamaría. María, contestó ella, y miró a su hija recién nacida.
Todas las de su familia se llamaban María. También ella. Era gente muy religiosa, y ése era su modo de homenajear a aquella mujer sagrada; nadie había amado a Jesús como ella, nadie había estado a su lado así, incondicional.
Luego le preguntaron si la nena tendría segundo nombre. Ella dijo que no. Nunca le había gustado el nombre Magdalena.

Gilda Manso

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