lunes, 18 de julio de 2011

Bajo control – Patricia Nasello


Según declaran las autoridades en esta ciudad hay setenta mil unicornios sin dueño, sueltos, en la calle.
Y los vecinos honestos aguantándonos sus cochinadas porque se les despierta el instinto a toda hora y en cualquier parte. Este ejercicio de tolerancia viene de lejos. Todavía creo estar oyendo a mi suegra, en paz descanse:
— ¡Lo hacen hasta en el patio de la escuela!
A partir de ahí el recuerdo es imagen: por recato ella se callaba y sugería la idea con gestos.
Lamentablemente la mayoría de los vecinos no se le parecen y por no parecérsele causan este problema. Viven en el desorden comprando unicornios chicos para entretener a los hijos, y después, cuando los hijos han crecido o está grande el unicornio o cuando descubren que darse con la satisfacción de un paseo estimulante sobre un buen lomo representa mucho gasto, lo abandonan. Y eso que sacárselos de encima no es tan fácil porque estas bestias consideran que la familia que les da albergue es su manada, una vez que la han perdido se gastan la vida intentando recuperarla.
Estaba viviendo sus últimos días cuando la santa de mi suegra decidió no hablar más, expresarse sólo a través de ademanes. Le dije a mi mujer:
—Che, a tu vieja tendría que verla un médico.
Me quedé esperando su respuesta.
No es que a mi mujer le falte recato, sucede que sus gustos son poco refinados, poco exigentes, por eso es capaz de toparse de frente con uno de estos espectáculos callejeros y seguir como si nada. No se lo reprocho, igual comportamiento se está observando en las mejores familias. Cuando la gente andaba a caballo nunca surgió esta diferencia de criterio que, a la larga, termina por desunir lo que lazos de amor y sangre habían unido.
Para mí está claro: el cuerno que adorna a los unicornios tiene poderes maléficos. Ojalá que alguien se los serruche porque dan mal ejemplo y de algún modo debería ponérselos bajo control.
Ojalá los castren.
Ojalá se mueran.
Setenta mil, si las autoridades lo afirman seguro que son más, y si ella lleva años sin responderme, ha de ser porque no me puede oír.

Tomado del blog Esta que ves

10 comentarios:

  1. Gracias por traer a Patricia.
    Pobres unicornios. Desde ahora no los veré igual.

    Besos desde el aire

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  2. Muchas gracias a vos por leer Rosa!
    Mas besos para vos

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  3. Muchas gracias, Hernán. Un placer compartir con vos este sitio.

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  4. Enhorabuena Patricia por la publicación acá.

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  5. y como siempre... un placer leerte mujer!!!!

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  6. Cybr., Diana, gracias por leer. Gracias por vuestra generosa y constante amistad.
    Envío besos, algunos van para la provincia vecina de Santiago y otros cruzan el mar.

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  7. Me gustó mucho la narración. Casi siempre es un placer leer los relatos de este espacio.

    Saludos

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  8. Muchas gracias, Carlos.
    Es un placer recibir tu visita y comentario.

    Retribuyo tus saludos

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