domingo, 23 de enero de 2011

Geniocidio – Guillermo Vidal


Le correspondía como investigador en jefe hablarle al hombre recién activado, el resto permanecía un paso atrás, protegidos tras el grueso cristal.—¿Señor Cordwainer?—En realidad ese no es mi nombre, me bautizaron Paul, Paul Myron, pero da igual. ¡Vaya!, —dijo entusiasmado—esta vez sí me insertaron genes de gato; después de clonarme por quinta vez, me lo merecía. Las otras ocasiones no fueron tan felices —dijo Cordwainer todavía con la boca pastosa y revolviéndose satisfecho como un felino.—¿Ud sueña con ovejas eléctricas?—De ninguna manera, es otro autor —dijo casi en un susurro y parando las orejas—y solo para seudo humanos como los replicantes, una triste y bella historia; ojala en alguna parte está ocurriendo. Yo quería soñar con pájaros sabe, por eso pedí genes de gato, ¿entiende?—Es Usted muy extraño.—Extraño es ser tan plano en un universo de tantas dimensiones —dijo mientras se aseaba con la lengua bajo los sobacos.—No me avergüenzo.—Que afortunado, si yo estuviera en sus genes desfallecería, pero aquí estoy inaprensible. No insistan en clonarme, no van a comprender de donde viene el genio. Seguro que no soy el primero.—Hubo una larga lista y en la sala contigua hasta ayer estaba Leonardo Da Vinci; no quiso hablarnos más que en su lenguaje antiguo y perdido, entendimos muy poco.—De eso estoy seguro ¿Esperaban que hablara el lenguaje de ustedes?—¿No era un genio?—Puedo imaginar quien era él, no quiero pensar quienes son ustedes.—Los herederos de la humanidad.—Es exactamente la clase de conocimiento que no deseaba tener; no vuelvan a molestarme —con una especie de maullido les mostró los dientes y el Cordwainer quinto, se desplomó en la camilla para no despertar.

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