lunes, 24 de enero de 2011

Dulce deseo frustrado - Héctor Rivero



Cuando la pecosa y yo nos encontramos en aquel callejón, me enseñó una; y le pedí, mejor, casi le imploré, que al menos me dejara tocarla.
Y accedió…
—¿Puedo darle una chupadita?
Su “NO” fue rotundo.
Y, riéndose, se echó a correr, dejándome sin probar un poquito de aquella piruleta de fresa que tanto me gustaban. Tenía para aquel entonces catorce años y fue, definitivamente, mi primera decepción con el sexo opuesto.


Tomado del blog SIN TON CON SON

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