viernes, 21 de enero de 2011

El hombre del jardín – Guillermo Vidal


Todo comenzó por un hecho intrascendente, nada inusual. Lázaro se había tragado una semilla; mientras masticaba un gajo de una mandarina jugosa y dulce, el pequeño carozo se le había escapado. Después de un tiempo notó que lo acompañaba un perfume dulzón no del todo desagradable y en una ocasión un colibrí trató de colarse por su garganta mientras da una clase. No pasó mucho tiempo que algunas mariposas monarca lo siguieron por el pasillo hasta la puerta de su departamento. Fue al médico.
Una vez que pasó por una batería de análisis el especialista se sentó con él y su mujer en el consultorio, levantó una placa; Lázaro noto que su torso parecía contener red de hilos compacta y apretada, supuso que se trataba de su aparato respiratorio.
—Eso que usted ve —dijo el médico— es un árbol.
—¿Un árbol? —repitió Lázaro.
—De mandarinas. Y en la parte posterior, no se ve bien, hay un jazmín y aquellas pequeñas manchas es probable que sea grama brasilera.
—¿Voy a morir?
—No por ahora.
—¿No me va a quitar todo eso? —dijo subrayando la última palabra como si se tratara de un tumor maligno.
—Temo que esas plantas están unidas de manera vital con su organismo.
—¿Qué me aconseja?
—Que lo riegue —dijo el doctor en la mayor de las calmas, como si al decirle una frase tan común convirtiera lo más extraño en un hecho común.
Lázaro trató de articular alguna frase, como si debiera oponerse a un consejo que de tan pedestre rozaba lo procaz.
No es una enfermedad, pensó Lázaro, ni un tumor maligno, es extraño pero después de todo es un jardín.

No hay comentarios:

Publicar un comentario