miércoles, 8 de junio de 2011

Concierto seguido de muerte - Guillermo Vidal


—“Escuchar esta música me mata”, me decía y yo no imaginé que literal era la frase como para advertir cuando ya era tarde que se moría en mis brazos.
—No fue tu culpa —repitió un amigo de la familia sin ninguna convicción.
—Oh, sí que lo fue, había indicios suficientes, conocía la letra mejor que nadie y cuando llegó la parte que decía “sin tu amor muero” ya era tarde. Un segundo antes de que expirase tuve la lucidez del trágico final.
—¿No fue sobredosis? —preguntó el policía desganado, dando por sentado que el motivo no podía ser otro.
—¿Sobredosis? Sí, pero no de sustancias prohibidas sino de música indeseable, Pimpinela, Luciano Pérez y Rafael eran su pan cotidiano, todos amores contrariados y rupturas trágicas, ¿de qué otra manera podía terminar?
—No le duraba ninguna relación.
—Esa música le quemaba la cabeza con imposibles, una pareja común le parecía detestable, los despreciaba por insulsos. Recién cuando la dejaban les concedía alguna trascendencia.
—¿Entonces que pongo, suicidio? —volvió a la carga el agente.
—Muerte por amor sería lo más apropiado.
Después de un largo bufido el policía tachó con disgusto lo escrito y anotó repitiendo las palabras en voz alta “concierto seguido de muerte es todo lo que puedo ofrecerle”.
—Pobre, murió en su ley, ni su última voluntad se cumple.

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