martes, 14 de junio de 2011

Días de vino y rosas – Javier López


Dionisio estaba de fiesta. Fiesta de vino, música y buenas ninfas.
Acompañado de una cohorte de sátiros, se acercaba a la playa para contemplar el atardecer.
Para sorpresa de todos, allí estaba Zeus en un lugar apartado, entregado a tareas onanísticas, sin darse cuenta de que la playa estaba concurrida.
—Ahora regará el mar con su esperma, y dentro de poco veremos a la hermosa Afrodita acercarse a la orilla en una concha, custodiada por divinidades aladas —dijo Dionisio, aludiendo al mito—. Esa chica es un cañón, y por lo que sé, fácil. Le encantan las flores, así que la cubriremos con pétalos de rosa y tendremos la fiesta asegurada.
Zeus, que de vista andaba algo corto, pero de oído era muy fino, se giró hacia los asistentes y gritó:
—¡Os equivocáis, mamarrachos! —y lo dijo mientras enseñaba una probeta en la que podía verse el esperma recién extraído— Las cosas no están como para desperdiciar nada. Y ahora me voy al laboratorio, que con lo que cobre he apalabrado con Baco una botella de reserva especial del 1200 adC. Ahí os dejo con vuestro vino barato.
Dicho y hecho. Zeus se retiró, Afrodita se quedó en proyecto en un tubo de ensayo olvidado en un laboratorio y Eros nunca llegó a ver la luz.
Aunque la vida después de ese episodio pareció seguir siendo igual, el mundo se volvió materialista y ya nunca conoció el amor.
Y todo por una botella de vino.

Javier López

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