martes, 31 de mayo de 2011

Novela tomada – Guillermo Vidal


Cortázar era un curtido investigador, con años de experiencia en la fuerza donde había visto de todo, pero no soportaba a los nuevos personajes con pretensiones realistas.
—Señores, nadie se va a ninguna parte, todavía hay que probar que el asesino es el mayordomo.
—¿No es más importante probar si hubo un crimen?
Se olvidó de agregar que soportaba menos todavía a los personajes secundarios. Hoy día son capaces de cualquier arrebato con tal de llevarse la atención.
—Estamos en una novela, suity, por si lo has olvidado. Hay que ceñirse a la trama.
—¿Por qué no un final feliz?
—Género literario, está en el contrato y hay que respetarlo, de no aceptar los términos pueden migrar a otra obra.
—Ni loca, tal vez no me den ni una escena.
—¿Entonces seguimos?
El murmullo fue creciendo hasta convertirse en un furioso griterío, manos levantadas y puños cerrados apoyaban los canticos rebeldes. Por más esfuerzo que había hecho Cortazar tuvo que aceptar el fracaso; si quería conservar el protagonismo de la novela y no terminar como un personaje de relleno sin una línea que decir, era el momento justo para dar un giro, lo que por fortuna su personaje estaba acostumbrado a hacer.

—Lo siento, no puede ingresar a la novela —dijo Cortázar apostado en medio de la entrada con los brazos cerrados sobre el pecho y una mano cerca del arma.
—Pero yo soy el autor.
—Los personajes han tomado el texto y no se van a ir hasta que sean escuchados. Todos quieren más participación en la trama y están podridos de repetir la historia de que el mayordomo es el asesino.
—Bueno tengo mis variantes.
—Piden que se integre las teorías de investigación modernas.
—¿Se refieren al estilo csi?
—Exacto.
—Vulgar.
—Yo soy un personaje vulgar, según los críticos —contestó Cortázar decidido a tomar la iniciática—Le recuerdo que en las dos últimas novelas me quejaba del poco presupuesto para las técnicas modernas. Aquí tiene los cambios propuestos —Cortazar le presentó un voluminoso borrador corregido.
—Me niego.
—¿Si?, ¿se juega a que la novela no sea publicada, a los costos del juicio, a las deliberaciones improductivas, a estancarse en un juzgado?
—No soy uno de sus sospechosos —protestó el autor— conozco todos sus trucos.
—Y yo conozco todas sus debilidades. Una día sin una novela es un paso al olvido, en un año nadie recordara quien es Alistar Lewis Cooper, el rey del suspense y “La trama dorada” será un recuerdo.
—Mi más grande éxito.
—Sera un clásico que como todos los clásicos que todos mencionan pero nadie lee.
El autor torció los labios, a su pesar.
—Es extorsión.
—Después de protagonizar trece novelas suyas puedo decirle que es cierto y además que no puede hacer nada.
—Deje de usar mis parlamentos, se los pido por favor.
—Vayamos a los papeles. Haga una concesión al tiempo, los mayordomos ya no están de moda, ¿sabe? —dijo Cortazar mientras le extendía el nuevo contrato.
El autor contempló a su propia mano tomando el lápiz digital y firmando el infame arreglo. Había jurado cortarse los dedos antes de ratificar semejante contrato, pensó desolado.
—Puede cerrar la boca —dijo Cortázar— ya se va a acostumbrar a quebrar su principios para sobrevivir, ¿recuerda verdad? me lo hace decir en el cuento “No mataras…siempre”.
Recordó de inmediato el texto, en cada escena humillaba a Cortázar obligándolo a romper todas las reglas.
—¿Qué se siente? —terminó Cortazar sonriendo en los labios pero con una mirada más fría que un cadáver con rigor mortis, algo que también había escrito.


http://grupoheliconia.blogspot.com/2010/11/guillermo-vidal.html

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