martes, 9 de agosto de 2011

El retrato de Bless – Guillermo Vidal


Bless era intenso, naturaleza exuberante, colorida y desbordante; un mundo poblado de voces sin un rostro definido. Bless era único cuando las hojas de los arboles salían a volar y al caer el sol regresaban a sus ramas o cuando las sabanas se deslizaban por el terreno, hojas del tamaño de un campo y por la noche se enrollaban. Una cultura completamente vegetal que los terrestres no habían podido contactar directamente sino a través de símiles, entes adaptados a los humanoides, que duraban como las flores uno o dos días.
Bhorjes era tan humano como le era posible, yacía en un exoesqueleto desde el accidente, una aleación de titanio que lo protegía y le permitía desplazarse e interactuar, algo que su cuerpo dañado ya no podía por sí solo. A su modo era feliz, le gustaba pintar después de cumplir su tarea de exobiólogo al servicio de la alianza Sudaka, el refrito de naciones que ahora gobernaba la tierra tras la prolongada guerra.
En una de sus escapadas al valle disfrutó el día entero mientras deslizaba sobre la pantalla los pinceles digitales. Cuando terminó ya caía el sol y se sintió satisfecho con el trabajo, un paisaje típico de Bless con un algo particular que no conseguía identificar. De regreso colgó la imagen en la sala para que lo vieran los símiles como un gesto de aprecio al mundo que los recibía.
A la hora de la reunión para cerrar los tratados, la diplomacia fue muy efectiva, entro el símil y quedó alterados ante la imagen de Bless.
—¿No está bien? —preguntó Bhorjes con temor de haber roto alguna regla desconocida.
—Al contrario, es perfecta —dijo el símil.
—La podemos retirar de inmediato o incluso destruirla —agregó el capitán.
—¿Destruirla? Sería un sacrilegio.
—Se la podemos regalar —insistió el capitán para congraciarse.
—No hace falta es nuestra —dijo el simil—es una pena que la hayan visto.
Antes de que el capitán terminara de abrir la boca para preguntar él y el resto de la comitiva terrestre cayeron fulminados quedando solo Bhorjes en pie.
—¿Por qué? —se le escapó la pregunta.
—Hizo un retrato de un elemental, una en realidad, de la más sagradas, no quieren ser descubiertos por extranjeros. Es inusual y nos tomó por sorpresa pero no podemos quebrar la ley.
—¿Va a matarme?
—No, se quedará como retratista sacro, los otros elementales quieren también su propio retrato o tal vez prefiera volver a su mundo en cenizas con los demás para que los devuelvan a la vida sus propios elementales terrestres, aunque no recordaran nada de lo que pasó.
—¿Ustedes creen que tenemos elementales en la tierra?
—¿No los tienen? —preguntó incrédulo el símil?
Bhorjes negó con la cabeza.
—Lo siento, es terrible, podemos plantarlos aquí en Bless pero no sabemos que puede resultar. Los extraños no suelen crecer bien en nuestro suelo.
Pasado un año Bhorjes podía decir que se había adaptado y no le disgustaba retratar elementales, algunos de los terrestres crecieron en el jardín donde ahora se alojaba, tenían razón el símil, podían pasar por yuyos de no ser que él los conocía y los cuidaba.

Sobre el autor: Guillermo Vidal

Ilustración: Charlie Harper

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