sábado, 27 de agosto de 2011

La sopa y el hombre de la bolsa - Guillermo Vidal


Se rió mucho cuando su abuela le sirvió la sopa y él la dejó enfriar en el plato.
—Si no la tomas va a venir el hombre de la bolsa —insistía la nona.
La abuela decía cosas para asustarlo y que hiciera caso. Ya estaba grande y empezaba a cuestionar hasta lo de papa Noel. Le quedaba claro el papel que jugaban estos mitos en la domesticación de los chicos, pensó satisfecho de ser un liberado del yugo de los adultos, era libre. Quería escuchar la verdad de boca de su propio padre y se jugó a que esta vez no lo mandaría a hablar con las mujeres de esas cosas.
—¿Pa, quién es el hombre de la bolsa?
—El hombre de la bolsa dicen que es un cuento —sentenció el padre muy serio y prosiguió en el mismo tono— pero es muy real, es un sujeto de traje oscuro y gafas, que se aparece en tu puerta con promesas maravillosas si le entregas los ahorros de toda una vida y el título de propiedad de la casa como garantía para comprar acciones que valdrán diez veces en pocos días pero te deja sin un centavo y con una doble hipoteca a punto de ser ejecutada —concluyó con los ojos brillantes a punto de derramar un torrente de lágrimas.
Él se quedó boquiabierto por la revelación; el hombre de la bolsa existía y era mucho peor de lo que imaginaba, estaban arruinados y todo era su culpa.
—¿Hay sopa? —rogó con desesperación por primera vez en su corta vida, con la ilusión de estar a tiempo de revertir la tragedia—. ¿Hay sopa?—repitió.

Guillermo Vidal

1 comentario:

  1. El reparto de mostruos para espantar a los niños se queda corto contra el de la vida real, a través del cual los gobiernos se dejaron someter por la avaricia de unos cuantos.
    Los que escribimos debemos insistir en crear nuevos sistemas,
    el pensamiento es la simiente de los cambios y la palabra escrita lleva a la acción cuando es hablada por los oradores, quienes siempre han movido al mundo.

    ResponderEliminar