martes, 9 de agosto de 2011

Eso era - Manuel Pérez Báñez


Esa mañana las aguas andaban revueltas y, sin embargo, todo parecía suponer que era una mañana como todas las mañanas en su pequeño mundo. Algo no iba bien, algo que en su húmeda e incipiente conciencia no sabía materializar pero que —eso sí— le hacía suponer que tras ese preciso instante, todas las mañanas de todos los días de todos los escasos años de su vida iban a parecer como transcurridos en un oscuro túnel, una especie de limbo, un líquido amniótico en el que flotó privado de memoria desde el preciso instante de haber nacido. Eso era...
Hasta entonces, su plácida y previsible existencia no admitía incertidumbres. Estaba allí, no sabía ni de dónde ni cómo había llegado. Ni siquiera sabía si había nacido allí, ni tampoco la misma naturaleza o sentido de su existencia. Eso era...
Ahora, el cristal del pequeño acuario dejaba ver el mundo y empezó a sospechar que su centro debía estar en otro lugar atisbado allá en el horizonte, muy lejos del pequeño mundo de agua y de cristal que hasta entonces había sido su único y seguro lugar. Estaba confuso, como salido de un profundo hechizo, tal vez fruto de nadar incansable e hipnóticamente en círculos, ajeno a las lunas, a las mareas y las estaciones. Eso era. Unos ojos de cristal que veían como su, hasta ahora único mundo, era una gota de agua que nunca llegaría a ser océano. Pudo llorar y tal vez lo hiciera. Eso era o tal vez fui: un pez llamado deseo.

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