lunes, 29 de agosto de 2011

Los siete pecados capitales - Patricia Nasello y Jesús Ademir Morales Rojas


Avaricia

Con la mar desaparecida y los ríos secos, aprendí a sobrevivir sin agua. La brusquedad del cambio trajo una gran carga de angustia, sin embargo, rápidamente elaboré una dieta a base de mica y arena y mi rutina de trabajo sufrió pocas alteraciones.
Hace algunos días cierto aire fresco y húmedo me condujo hasta un pozo, la tentación de beber el agua límpida que hallé casi me nubla el entendimiento.
Tomé el líquido precioso y lo fraccioné en monedas.

Gula

Harto de todo, dispuso hasta el último recurso en abastecerse. Clausuró puertas, cortó el teléfono y entonces comenzó a hartarse sin medida. Un día, el estruendo de las ventanas al estallar alertó a los vecinos. Tras derribar la puerta, los bomberos hallaron, entre de la fetidez y aquella masa informe, una sonrisa extasiada.

Soberbia

La niña ubica sobre la repisa, con cuidado, la última plaqueta que acaban de otorgarle al padre.
—Apenas un galardón más —dice él, aburrido, mientras observa su imagen en el gran espejo que adorna la suntuosa habitación donde trabaja. Ve un hombre al que muchos admiran, ciudadano ilustre, escritor consagrado. Olvida la presencia de su hija y comienza a recorrer la habitación con pasos lentos, enfocado en el próximo nudo narrativo, o quizá en el próximo título, o en las palabras a pronunciar cuando le otorguen el premio que este nuevo título engendrará.
La niña observa el modo en que su padre ronda la habitación y recuerda el extraño comienzo de un cuento que leyó la maestra en el aula: “Cierto mono camina disfrutando el escozor que provoca el roce de su piel montaraz contra los barrotes.”

Pereza

Aquel roce, que primero le provocó placer, pronto lo hizo aullar de dolor. Cuando los gusanos subieron más allá de su entrepierna, despertó por fin. Gritó en el silencio y las tinieblas de su ataúd. Esta última vez, había dormido demasiado.

Envidia

Se mira en un trozo de espejo que los enanos tienen colgado en el cuartucho. Está flaca, ojerosa.
—Exceso de trabajo —murmura para sí con rabia.
En la foto del diario, su madre, espléndida. Es una mujer grande pero el poder de la corona mantiene esa juventud ficticia con cirugías.
Siente que se ahoga en un agua helada y viscosa.
No perderá sus mejores años escondida en un bosque trabajando como criada para siete avaros.
—Inoculá tu veneno en esta manzana —ordena. La serpiente obedece, no se arriesga a sufrir las consecuencias terribles que podría acarrearle otro problema con una mujer.
Coloca el fruto envenenado en una canastilla y acude a palacio.

Ira

El colmo: no encontraba lo que requería. Molesto, inspeccionó toda la casa, volcó muebles y vació cajones. Furioso ya, arrancó el tapiz de las paredes y desgarró la alfombra. Por último, con la boca espumosa, entre rugidos, descubrió que las tijeras con las que se abría el vientre, eran justamente lo que buscaba.

Lujuria

Con ternura volvieron a unirse. Siempre había esperado encontrar a alguien así, capaz de entregarse a ella hasta el grado de confundirse en un solo ser. Y así, tras el éxtasis, con la boca abierta, las muñecas eróticas se miraron en silencio.

Patricia Nasello
Jesús Ademir Morales Rojas

7 comentarios:

  1. Gracias, Jesús, por acercarme esta propuesta.

    Amigos de Heliconia, gracias por la publicación.

    Besos a repartir

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  2. señorita, señor, aplaudo esta pieza, esta pincelada precisa de los pecados que alguna vez degradaron el alma humana. Brillante.

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  3. Me encantó tu relato, lleno de imaginación.

    Yo hice un post sobre los siete pecado capitales de los twitteros, este pinta un autorretrato pero no es tan colorido como tu cuento.

    Felicidades de nuevo y te dejo la liga al mio por si quieres conocerlo.

    http://thinkmario.com/2009/05/los-7-pecados-capitales-de-los-twitteros/

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  4. Gracias, Mario. Tomo nota, ya paso a conocer 'tus pecados' ja ja
    De seguro, Jesús también lo hará.

    Un abrazo

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  5. El mérito es todo de Jesús, gracias a su idea compusimos esta partitura

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