Entraron en un recinto alargado, con grandes estanterías desde el piso hasta el techo y pequeños bloques como ladrillos apilados, distribuidos en filas. Había un olor penetrante y desconocido.
—Son libros —dijo el profesor casi en un susurro.
El joven dio un paso atrás como si fuera a ser aspirado por un boot de limpieza. Ante la mirada aterrada del estudiante, el maestro alzó uno de estos objetos y lo abrió sin temor.
—¿Ves? —Le mostró pero el joven permaneció a prudente distancia— no seas tonto, no muerden
—No se mueve ¿Esta desactivado?
—Es papel y tinta, material elemental, siempre es el mismo texto, no se mueve, no puede cambiar, ni tiene para conectarse.
—¿Sin actualizaciones?
El maestro negó con la cabeza. El discípulo miraba sin poder creer, tal como si estuviera ante el dibujo en una caverna.
—Además tenían que leerlos.
—¿Quiere decir que…? ¿Cómo podían estar ante un texto que no les hablara?
—Eran extraños, también creían que iban a encontrar vida extraterrestre, pero cuando los alcanzamos ya se habían extinguido, ¡humanos!
Guillermo: me encantó este texto, es de la Sci-Fi que a mi me agrada...
ResponderEliminarun abrazo....
¡Muy bueno! Felicitaciones, Guillermo
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