
—Mírelo así, señor. Esto es sencillo, no sé cómo explicárselo mejor, pero por la forma en que cuenta las cosas, parece que no entendió. Nos tiene que decir cómo es que, según nuestros archivos, a usted le pagaban esa cantidad, aparentemente en la empresa Prometeus de música, y tributaba tan poco. No somos la policía, es la Recaudadora. Esto no es un interrogatorio, es una inspección. Según nuestra computadora, usted nos debe una cantidad comparable a lo que cuesta su casa, así que es mejor que se explique. Y rápido. Lo ayudo con una cosa: ¿qué lo unía a Arel, Arel Maesa? —dijo Mateo, el Inspector.
—Querrá decir Maese —dijo el interrogado, Oberón Prometeo.
—Eso. Perdón: Maese.
—Sé algunas cosas que sabe la gente común. La que lee algo de la farándula, nada más.
—Bueno, empecemos por ahí. Tal vez nos diga algo sin saberlo.
—Está escrito. Se lo leo —sacó una revista de su biblioteca y volvió leyendo —Jorge Arel Maese nació en la provincia de Patagonia, el 5 de mayo de 1916. Hijo de inmigrantes viejoeuropeos, tuvo una infancia tranquila, podría decirse feliz. A los quince años, realizó un viaje por la Vieja Europa, donde se empapa de la cultura musical de aquellos lugares. De esta época data su primer concierto, el famoso en Do Mayor para gaita, xilófono, guitarra eléctrica y orquesta. Debido a esto, pronto el mundo comienza a fijar su atención en él, considerándolo el sucesor de Ber Mheller (1812-1900, compositor de la Nueva Europa, famoso por sus sinfonías y por haber revolucionado la música docta con sus canciones minimalistas). —Oberón saltea algunos párrafos que hablan de la música y sigue leyendo: —Arel continúa componiendo, sobre todo conciertos con instrumentación absurda, sinfonías grandilocuentes (algún crítico las calificó de huecas) y alguna que otra pieza incidental para teatro. Su dueto para arpa y mandolina —se recomienda escucharlo en la versión de Ranepard en Thereminófono y Mostensee en Martenotófono, de 1996— se transforma en éxito comercial y es usado como banda de sonido en varias películas. A partir de este éxito, —dice Oberón ya sin leer, ante la mirada exigente de Mateo— sus partituras fueron requeridas por muchos editores, entre ellos, mi viejo Andrés Prometeo. La puja fue pesada, incluso para mi padre que, a lo mejor ya lo sabe, era un duro en este ambiente. Lo que no entiendo —continuó Oberón— es qué puede tener que ver esto con mis impuestos.
El Inspector Mateo se apoyó en la silla mirando el techo y arqueando la espalda casi reprimiendo una carcajada:
—¡Pues que el Diablo me lleve si entiendo yo! Pero no se me haga el distraído, hombre. Usted sabe lo que sucede a los evasores. Acá no tenemos contemplaciones. Va en cana y va en cana.
—¡Pero no me escucha cuando hablo! ¡Le dije todo lo que sé! Ese dinero que aparece en mi cuenta todos los meses no es mío. ¡Lea acá!
—Me tengo que poner los anteojos. A ver. Esto ya lo leyó... esto también... —y así saltea algunos párrafos— A ver acá: Al cumplir los 38 años, una tragedia sacude su vida: muere su padre en condiciones hasta hoy debatidas. —Lo mira a Oberón— ¿Debatidas? ¿Se da cuenta? Supongo que habrán sido misteriosas. ¿Qué sabe de eso? ¿Le pagaban los padres del músico a usted?
—Mire, sí, conozco a Ulises Laplata, oriundo de Itacarí, una isla del río frente a Rosagasario, con más plata que un traficante de armas.
El Inspector Mateo se alertó.
—Pare. Pare. Eso no me lo había mencionado. ¿De dónde dice que lo conoce a este Laplata?
—Ulises era compañero de camarote de mi viejo, Andrés Prometeo, en el vapor Las Sirenitas donde llegó a Buenos Aires. Según siempre contaba fue el 9 de agosto de 1930. Andrés fue el primer Gerente de Prometeus. Yo calculo que Buenasysantas, por aquellos años un don nadie, cuando pelechó, gracias a ser testaferro de Ulises, quiso ayudar a mi viejo porque le gustaba la música y compró los derechos de Maese. Para hacerlo, trianguló la operación con Buenasysantas, Adán.
—¿Pero su padre no era el dueño de la compañía?
—No; mi viejo vendió con la compañía en quiebra, casi. Lo hizo con una cláusula mandataria de que me pusiesen a cargo de la parte artística. Yo nunca vi un balance o un atisbo de nota secreta. Nunca estuve del otro lado del mostrador, ¿sabe?
—¿Y cómo lo puede probar?
—Pero es imposible probar la negativa. ¿No le enseñan eso en la Escuela de Recaudadores?
El silencio que siguió es difícil de describir. Al final, como sucede en todas las novelas malas, alguien tosió para romperlo.
—Usted me sigue tomando para el churrete, señor Prometeo. Despídase de su casa. Iniciaremos la ejecución por evasión reiterada y abuso del tiempo del Inspector de la Recaudadora. Me caía simpático, le digo la verdad. —Se levantó como para irse.
Oberón se removió en la silla, incómodo.
—No le estoy mintiendo, Inspector. De ningún modo. Créame. Adán fue muy escurridizo. Dicen que terminó en un ombú.
—¿Se colgó?
—No. Se metió en una fisura.
—¿De qué me está hablando?
—Buscaba una entrada al Averno.
El Inspector se persignó.
—Ya veo. Completamente loco.
—Me dejó un fondo fiduciario que tenía que entregarle mensualmente a una mujer cuya identidad no voy a revelar. Así lo hice, por varios años. Pero un día ella murió en un accidente. Habrá leído de eso, fue en Pueyrredón y Anchorena. Acá cerca. Venía a verme cuando la pisó un taxi. Desde entonces no sé qué hacer con el dinero. Nadie sabe que existe.
—Y usted pensó que la Recaudadora no se iba a enterar... típico —Mateo se sonrió con los ojos.
—No se crea. Ahora no se haga el distraído usted. Lo planeé todo al dedillo. ¿Se cree que no sé quién manejaba aquel taxi? ¿Acaso no vino usted solo? —Ahora el sonriente era Oberón. Le mostró el ombú y en cierta fisura, había un extraño brillo frío, demasiado frío.
Pardiez, qué intriga!!!
ResponderEliminarLa trama está entre El Proceso y Hércules Poirot, con toques de Dante y de Pachebel, en cuanto a que querían hacerle pagar el canon...
Gran trabajo, Ranesteban (ese monstruo de 4 manos!)
Delirio absoluto pero musical, con sabor a orquesta, y relacionado con Mannheim, no?
ResponderEliminarMannheim, Rammstein... un pequeño acorde para una gran sinfonía, ¿o es al revés? ¿O torcido pero al derecho? Bue... algo así...
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