
La cucaracha pasó junto a Gregor Samsa y escupió de costado. —¡Impostor! —murmuró.
—Kafka nunca dice que soy un blatodeo —respondió el infortunado ser—. Dice “monstruoso insecto” y lo más probable es que haya querido sugerir que me convertí en escarabajo.
La cucaracha se detuvo en seco. —¿Tiene algún compromiso para esta noche? Podríamos ir al Hnízdo švábů a tomar una Pilsen. ¿Qué me dice?
Samsa reflexionó un momento y descartó de inmediato a Claudia Schiffer, Angelina Jolie y Julia Roberts. Después descartó muchas otras alternativas.
—Acepto —dijo finalmente.
—Kafka nunca dice que soy un blatodeo —respondió el infortunado ser—. Dice “monstruoso insecto” y lo más probable es que haya querido sugerir que me convertí en escarabajo.
La cucaracha se detuvo en seco. —¿Tiene algún compromiso para esta noche? Podríamos ir al Hnízdo švábů a tomar una Pilsen. ¿Qué me dice?
Samsa reflexionó un momento y descartó de inmediato a Claudia Schiffer, Angelina Jolie y Julia Roberts. Después descartó muchas otras alternativas.
—Acepto —dijo finalmente.
Sergio Gaut vel Hartman
SABIOS DE SODOMA
ResponderEliminarRoberto Bolaño
Para Celina Manzoni
Es 1972 y puedo ver a V. S. Naipaul paseando por
calles de Buenos Aires. En realidad, a veces pasea y
a veces se dirige a encuentros pactados con antela-
cion a citas concertadas, y entonces su andar es rapi-
do y sus ojos solo ven aquello que le allane el camino
para Ilegar sin mayores problemas al lugar de la entre-
vista que puede ser una casa particular, pero que tam-
bien puede ser un restaurante o una cafeteria, pues
no muchas de las personas que acceden a hablar con él
quieren reunirse en un local publico, como si ese in-
gles ta extraño los intimidara o como si de pronto la
presencia fisica del autor de Miguel Street o de Una
casa para Mr Biswas los retrajera y pensaran: bueno,
me habia imaginado este tipo de encuentro, o: no
era con él con quien pensaba hablar, o: nadie me lo
habia advertido. Y alli esta Naipaul, que da la impre-
sion de no captar mas que los movimientos exteriores,
pero que también capta los movimientos interiores,
aunque luego los traduzca a su manera, a veces arbi-
trariamente, moviéndose por Buenos Aires en el año
1972 y escribiendo mientras se mueve, 0 tal vez solo
deseando la escritura mientras sus piernas se mueven
en esa ciudad extraña, joven aun, cuarenta años, pero
ya con una obra importante a sus espaldas, una obra
que carga a sus espaldas pero que no le impide mo-
verse por Buenos Aires con presteza, sobre todo si tie-
ne que acudir a una cita, el peso de la obra, eso es algo
sobre lo que tendremos que volver, el peso y el orgu-
llo de una obra, el peso y la responsabilidad de una
obra, aquello que no impide que las piernas de Nai-
paul se muevan con agilidad y que su mano se alce y
con un gesto detenga a un taxi, en un momento en
que é1 actua como lo que es, es decir una persona que
llega puntual a sus citas, pero también aquello que
le pesa, el peso de 1a obra, cuando pasea por Buenos Ai-
res, sin citas a las que acudir con puntualidad inglesa
sin compromisos inmediatos, solo caminar por esas
avenidas y calles extrañas, por esa ciudad del hemisfe-
rio sur que se parece tanto a las ciudades del hemis-
ferio norte, y que al mismo tiempo no se parece en
nada, un hoyo, un vacio que de pronto alguien ha
hinchado, una representacion unicamente valida para
los nativos, entonces el peso de la obra sobre su espal-
da se hace efectivo, cansa caminar con ese peso, ago-
tador es molesto, es vergonzoso.
CONTINUARA...