
—¡Qué lindo globo! —exclamé.
Sólo pretendía ser amable con el niño que se sentó a mi lado en el banco de la plaza, junto a una mujer embarazada, que supuse su madre.
—No es un globo —dijo muy serio.
—¿No? ¿Qué es?
—Un planeta de sueños. Los planetas de sueños están habitados del lado de adentro.
—¡Ah! ¡qué interesante! –respondí—, ¿y cómo sabés eso?
Me miró con pena y cierta superioridad.
—Todos los chicos saben. Pero cuando se hacen grandes, lo olvidan —contestó, mirando a la mujer.
Ella asintió. Qué linda historia, pensé. Yo, ¿no la sabía o no lo recordaba? La curiosidad me empujó a seguir conversando.
—Y, ¿cómo se entra al planeta de los sueños? —pregunté.
—Dormido. Cuando despertás, se pincha el globo y los sueños desaparecen.
—¿Y de quién son los sueños de ese globo?
—De mi hermanito —se puso derecho, con orgullo—; está durmiendo en la panza de mamá y yo le cuido sus sueños. Hasta que nazca.
El hermoso globo azul se bamboleaba con la brisa, sostenido por la mano firme del niño.
Es emotivo, me recordó al principito. Saludos!
ResponderEliminarQue dulzura!!!
ResponderEliminarLa verdad, impecable cuento...muy bueno...
Qué bonito, muy bonito.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias a los tres por pasar, leer y comentar. Me alegra que les haya gustado.
ResponderEliminarUn abrazo (tres abrazos).
Máxima ternura. Muy bonito, Nanim.
ResponderEliminarAhora tendrás que dar un cuarto abrazo, como este grandote y transoceánico que te envío.
Pero claro, Javo. Un gran abrazo suavecito para que no se rompa tu globo.
ResponderEliminarPensé, mal como siempre, que la historia acabaría peor, por lo serio que se puso el niño ante la pregunta... sin embargo, desprende una ternura que me sorprendió tanto como las palabras del creíble niño.
ResponderEliminarPor eso y por la falta de costumbre de los finales felices, me encantó!
Un saludo!
Que no me canso de ser
Como dicen en Córdoba, joia.
ResponderEliminarHay que acostumbrarse a los finales felices, no todo en este mundo ni en los demás mundos es feo. Sólo fijarse en los pequeños y bonitos detalles, sin agrandar los malos, hace que una gran sonrisa se dibuje en el rostro.
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