Reproducción - Guillermo Vidal & Sergio Gaut vel Hartman

El desove de aquellos animales alienígenas incluía como participes involuntarios a los habitantes del planeta por donde pasaban durante la migración. Pero los recién llegados terrícolas apenas repararon en el extraño proceder de los nativos, que se cubrían del sol radiante con una especie de paraguas, y no sospecharon cuando un polvillo muy fino se les pegó a la piel para diluirse de inmediato. Son salvajes, pensó el capitán, y regresó a la reluciente nave de la Tierra.

Doce años después aparecieron los primeros síntomas. Los colonos terrícolas vieron que las manchas en su cuerpo se convertían en protuberancias y luego en burbujas que se hinchaban progresivamente, de modo que, a los dos meses de iniciarse el fenómeno, parecían vendedores ambulantes de globos rojos. Las criaturas nacieron en fecha, todas de parto normal y se alimentaron convenientemente de la carne que se ofrecía sin restricciones a su hambre.