El vendedor aseguró que las plumas de la almohada que acababa de comprar eran de cisne; imaginé entonces que mis sueños podrían volar alto y lejos…Pero no se puede confiar en los vendedores…Pasé la noche huyendo de las intenciones amorosas de un gallo y de las sospechosas invitaciones de un zorro.Ahora, ya despierta, me preocupa el destino del huevo al que di a luz poco antes de amanecer.
Qué buen cuentito, Olga.
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