lunes, 11 de julio de 2011

El secreto del minotauro – Guillermo Vidal

El minotauro secretaba una baba espesa y mórbida, de un olor pestilente que se pegaba a los muros, impregnaba la piel y entumecía los sentidos. Sí quería salir con vida del laberinto debía mantenerse a distancia de las deposiciones desparramadas por los pasillos cuyos efluvios envenenaban y el más pequeño contacto quemaba la carne hasta el hueso. Todos en la ciudad estaban muy apurados para que matara al monstruo pero él todavía dudaba, ¿Qué daño podía hacer encerrado como estaba?, se preguntó.
Después de recorrer interminables corredores salió a un claro donde el minotauro sentado en el suelo parecía esperarlo.
—Yo alguna vez estuve en ese lugar —dijo el monstruo.
—¿En el mío? —preguntó intrigado pero sin bajar la guardia.
—Sí, yo maté al anterior minotauro y me convertí de inmediato en su reemplazo. Soy Sofoneas.
—¡NO!, ¿entonces quiere decir que…?
—Si Teseo, yo soy tu padre.

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