Se paró en medio de las vías del tren, los brazos extendidos hacia el cielo, como queriendo abrazar la formación que se acercaba tosiendo diésel. Esperó, conteniendo emociones que a priori no podían ser identificadas, si eran de tristeza o locura, gozo o culpa. Y cuando el tren, gritando, puteando, llegó a metros de donde estaba, saltó hacia el terraplén, cagándose de risa.
—Muerte: todavía tengo el derecho de reírme de vos... —gritó, mientras el tren, y la muerte, seguían su camino...
Sobre el autor: Esteban Moscarda
Me encantó, Esteban.
ResponderEliminarmuy bueno Esteban!!! :)
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