Cuando sueño muero. De mil maneras. Con dolor. Sin dolor. Me arranca la piel un trueno rojo. Me atropellan cientos de elefantes. La música barroca me asfixia. Me acuchilla un nene de 2 años. Me electrocuta una esponja callejera. Me hundo en un pozo de hojas de afeitar. Me envenenan con vino caro. Una mosca me aplasta con uno de sus miembros. Me desangro en una batalla a orillas del Ganges. Y cuando despierto nazco. También de mil maneras.
¿Sabe? la electrocución por esponja callejera se está haciendo algo demasiado común en nuestro tiempo. Me da verdadero miedo eso, realmente. Y no todos tenemos su capacidad para resucitar en cada despertar...
ResponderEliminarOriginal y muy bueno, Esteban.
Coincido con Javi.Y ojo con los niños de dos años: son peligrosísimos.
ResponderEliminar¿Los niños de dos años?... ¿y los de un año y tres meses?... Si querés te cuento. Son más peligrosos que esponja callejera, que cualquier trueno (rojo, verde o amarillo)... mirá... son más peligrosos que vino barato (no caro)y, cuando te asfixian, la música barroca suena a coro de ángeles en el paraíso. Puedo contarte más pero para qué... Si al fin y al cabo son una bendición los inocentes (una bendición extremadamente pelogrosa como un niño de quince meses de edad). Tioño Cruz dixit.
ResponderEliminarMuy buen cuento, Esteban. Realmente agradecido de poder leer esto. Eso sí. A mí, si me van a envenar, que sea con vino caro pero que no le estropeen el sabor o el bouquet, plis.
ResponderEliminar