
Algo había cambiado, lo podía sentir en las yemas de los dedos, en la carne, en la planta de los pies o en los sonidos inesperados que susurraban su nombre. Estaba cambiando sin su consentimiento, tanto que sentía bajo la piel como espinas que intentaban destrozarle los poros para salir a la superficie. Estaba seguro que el corazón latía desde otro lugar distinto al habitual, a un ritmo desconocido. Se tanteo la nariz y ya no estaba allí, donde siempre la había encontrado. Fue demasiado y se despertó con un grito de angustia que despertó a toda la colmena.
—¡Soñé que era humano!
—Que terrible pesadilla.
Guillermo Vidal
—¡Soñé que era humano!
—Que terrible pesadilla.
Guillermo Vidal
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